Esa noche estábamos juntos, abrazándonos. Digamos que nada debía perturbar el momento, pero ya sabemos que a la mente a veces le gusta sabotear.
Desconozco por qué habrá llegado esa imagen a mi cabeza, pero empecé a pensar en Gaspar, el chimpancé del zoológico de la ciudad donde vivo.
Imaginaba qué podría sentirse estar en su lugar... Pasar 20 años tras las rejas, sin haber cometido delito. Porque esa institución no es prioridad para quienes disponen el dinero en la ciudad, porque aunque deseen algo diferente para él, ya no se puede, es tarde.
Pensaba en que a nadie le gustaría estar solo, sin nadie con quien socializar, solamente sentado, molesto, sin poder brincar o correr... con personas observándoles que empiezan a aplaudir, desconociendo que en su lenguaje, ese gesto solo incita a una disputa.
Pensaba en Gaspar mientras casi me ponía a llorar. Pensaba en cuántas situaciones similares y hasta peores, estarían ocurriendo en distintas partes del mundo. Tristeza e impotencia es lo que sentía y siento.
Y contuve el llanto solo para no preocupar a mi compañero, quien sé que me comprendería, a pesar de que el surgimiento de esos pensamientos haya sido en un momento con emociones opuestas.
Mgm.
PD: 20 años me dijo un vigilante que lleva Gaspar allí, aunque en un artículo de un periódico, leo que son 40 años desde su llegada.
Comentarios