El tiempo que pasa cuando nos divertimos,
cuando charlamos o simplemente dormimos;
el tiempo que nos observa,
cual anciano inquisitivo.
Se pregunta cómo podemos estar,
simplemente eso: estar.
Se pregunta de qué tanto hablamos,
o de qué reímos.
Él no comprende que en la unión,
es imperceptible a las personas;
que estas no se interesan en si pasa,
lento, rápido; no importa.
Así que en su incomprensión
nos deja quietos;
consciente de que aunque insista,
ignoraremos su presencia.
Deja su ego a un lado
y se limita a observar
esas singulares experiencias
que se viven a costa de él.
El tiempo no importa,
el tiempo es relativo,
importan esos momentos
en que compartimos.
El tiempo entiende
que nada tiene que hacer;
va y se toma un descanso
mientras con ternura detallas mi piel.
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